lunes, 11 de mayo de 2009

Taxi Drivers


Muchas veces uno se sube a un taxi sin preguntarse siquiera qué se puede aprender en un espacio tan pequeño. Es sabido que en Lima los taxistas en su mayoría son bastante cultos, ya que tienen por ahí escondido un título universitario que tuvieron que olvidar a cambio de unos centavos extra y constantes dolores de cabeza, provocados por manejar en esta linda ciudad.

Entre los choferes con los que pude conversar, siempre me resaltó uno en particular, a quien recuerdo con admiración. Tenía la misma carrera que yo (Ingeniería de sistemas), con la salvedad que me llevaba unos 35 años. Él había trabajado con las primeras computadoras que llegaron al país, haciéndome mención a equipos que ya no se fabricaban, a las tarjetas perforadas, y a sistemas de cómputo que abarcaban habitaciones enteras. Me quedé perplejo al ver la enorme cantidad de conocimiento que tenía. Tranquilamente se podría escribir un libro con todas las anécdotas que me contó, empezando por su explicación de cómo se trabajaba con esas computadoras. En ese entonces no tenían la distribución típica de "pantalla, CPU e impresora" todo en un sólo lugar. Había que ir caminando por toda la habitación para lograr perforar una sola tarjeta de los cententares que tenía que hacer. Por primera vez en mi vida esperé que todos los semáforos estuvieran en rojo para poder seguir hablando. Me costó mucho trabajo bajarme del taxi, ya que sentía que me había topado con un verdadero "maestro", como uno suele llamar a los choferes.

Otro caso fue el que escuché hace un par de días, cuando un chofer empezó a contarme la historia de su vida. Provenía del mismo barrio que mi padre, Barrios Altos, que por ese entonces (y creo que hasta ahora) tenía lugares donde el consumo de PBC era de lo más normal. Él se había acostumbrado a esa vida, sumiéndose en alcohol y drogas a sus apenas 14 años. Tanta fue su desgracia que su familia terminó por abandonarlo, dejándole la casa para él sólo. Lo siguiente que me contó me pareció muy extremo. Terminó por vender absolutamente todo lo que pudo, incluyendo el piso de madera, tan común en esa zona, el water, el lavamanos, etc. Alquiló una de las habitaciones a una prostituta para que ella tuviera su "espacio laboral" y siguió hundiéndose en el lodo. Me contó que fue una mujer quien lo sacó de la ruina. Consiguió que dejara de fumar y de beber, que consiguiera un trabajo, que cambiara de vida. Y en efecto así lo hizo. Hoy la vida no le sonríe mucho que digamos, porque todos tenemos problemas, pero por fortuna ha encontrado en ella, su actual esposa, y sus tres hijos la energía para salir adelante y dejar en el olvido los horrores que vivió.

También recuerdo con mucha estima la historia de un chofer muy abnegado, que había logrado que sus hijos estudiaran la universidad en el extranjero, no sin antes haberles inculcado el amor por su patria y por la cultura andina, como parte de su origen. Me contaba con mucha alegría sobre la victoria de la película nacional La Teta Asustada en varios certámenes y que había escuchado a algunos chiquillos usando jerga en quechua después de haber visto el film. Para él eso era un logro superior a la falsa moda de ser cholo, que actualmente tratan de imponer las radios y la televisión. Hicimos una lista de los platos típicos que hay en cada departamento del Perú y por cierto que me dejó con un apetito voraz, ya que se acercaba la hora del almuerzo. Cuando me bajé se despidió muy amablemente, no sin antes recomendarme un restaurant turístico en San Juan de Miraflores, el cual posiblemente visite apenas tenga unos billetes extra.

Cuando le digan "maestro" al chofer, que no sea sólo por costumbre. Hay que darse la oportunidad y preguntarse si realmente hay algo más que puedan enseñarnos, además de cómo esquivar un bache. No hay que dejar tantas lecciones sumidas en la indiferencia.