martes, 8 de diciembre de 2009

Pelotas En Juego

Desde hace varios días, el fútbol nacional y sus efectos colaterales están en boca de mi familia. El día de mi cumpleaños, tuve una larga conversación con una tía mia que me preguntaba si existía alguna forma de acabar con el problema de las barras bravas. En resumidas cuentas, le explicaba, estamos hablando de un problema que se puede solucionar, pero en unos 50 o 60 años.

Estamos hablando de un problema cuya solución no se puede alcanzar sólo negando entradas o haciendo entrar a los barristas en las carceletas. Se trata de un problema socio-cultural que se arrastra desde hace muchísimo tiempo.
Antaño existían motivos para estar orgulloso de los equipos nacionales. Aún tenemos jugadores muy buenos, pero que destacan en cualquier equipo extranjero y no en los nuestros. Por aquellos días, los ahora viejos podían darse el lujo de hablar de lo bien que jugaban los equipos más conocidos. Ser hincha de la "U" o de Alianza Lima.

Con esa forma de pensar tan absurda se hace crecer a los niños hasta hoy en día. Es totalmente común escuchar al papá diciéndole al hijo "Tú tienes que ser de la "U" como tu papá", como si el pequeño pudiera entender de qué diablos están hablándole. No falta el ridículo polo con frases tipo "Soy 100% grone desde que estaba en la barriga de mamá".

Conversando con mi buen amigo Fabber, encontramos otro punto interesante. Cuando uno llega al colegio, no falta el encuentro con los amiguitos, que también están pre-influenciados por alguien mayor y surgen las lamentables preguntas: "¿De qué equipo eres?" o "¿Tú eres de la "U" o de la Alianza?" y dependiendo de la respuesta uno se estampa para siempre el apelativo correspondiente de "gallina", "cagón" o "pavo". Se les fuerza a estar etiquetados, y la mayoría de veces el niño ni siquiera conoce los nombres de los jugadores del equipo en cuestión.
Luego viene la presión de parte de otros hinchas que se consideran superiores, de esos que tratan de hacerles creer a los demás que es correcto pintar el nombre o el emblema del equipo en la carpeta, las paredes, los asientos de las combis y omnibuses y cualquier otra superficie que los demás puedan ver. Claro, hay que dejar muy en claro que uno es hincha. "¿Eres merengue o no eres merengue? ¡Entonces pinta pues!". De ahí que se pueda ver a chiquillos de 12 años pintando la primera pared que puedan con esponja y tinta. La idea es sentirse parte del grupo, parte de la masa.

Lo que viene no es más que una gran consecuencia de seguir en ese entorno. Se crea una enemistad casi instantánea con los hinchas de otros equipos. En este punto, el concepto de deporte se va completamente al diablo. Poco o nada importa analizar la capacidad del equipo o si realmente uno es mejor que el otro. Simplemente mi equipo es superior. Los argumentos más inteligentes se limitan a hablar del glorioso pasado de cada equipo. Lamentablemente es lo único que les queda: el pasado.
El formar parte de una masa guiada por una motivación tan vana los obliga a llamar la atención del público, a sentirse importantes, temidos, seguros. Por eso cuando están en grupo marchan demostrándole a todos lo mucho que les importa ser fanáticos de un club que en realidad no les ha dado nada, y que por el contrario suele decepcionar. Por eso marchan, ocupan los buses y las combis a la mala, roban a la gente, destrozan propiedad privada. Porque la culpa la tiene uno por cruzarse con la barra.

Hoy durante la mañana me iba a visitar a un amigo y cuando pasaba por el centro de Lima, desde el carro pude ver a un grupo de barristas que venían marchando, con banderas y polos al viento, con cantos y aplausos, rodedos por policías que seguramente estaban haciendo un esfuerzo sobrehumano por no seguir los cantos o agarrarlos a palazos, dependiendo de su preferencia. La gente no estaba feliz de verlos. Tenían miedo. En el carro subieron las ventanillas, y hasta yo mismo protegí mi mochila. Uno nunca sabe. En los audífonos me sonaba Kashmir de Led Zeppelin, lo cual elevó esta visión a un nivel épico. Casi en cámara lenta pude verlos y me invadió la pena cuando vi a uno de los hinchas llevando al que supongo era su hijo en hombros, como si fuera un reflejo de todo lo que se había expuesto en las conversaciones del fin de semana.
El bebe no tendría más de 3 años. Le habían puesto el polo y la vincha del equipo y lo llevaban al estadio, a presenciar un partido que no entiende, a gritar frases que no puede pronunciar, a aplaudir un juego que ni siquiera podrá ver bien. Y crecerá pensando que es lo normal andar al lado de un montón de energúmenos vigilados por la policía. Que está bien insultar al que usa un polo de otro color. Ser un más del montón. Ser igual a su papá.

Y regresando a casa me doy con el titular de Perú21, que dice algo como que "el país se paraliza hoy por el Clásico". Estimo mucho a la gente de Perú21 por haberle devuelto el gusto por los comics al país, pero la verdad no hay forma de que puedan afirmar eso. Si se disminuyó en algo la actividad hoy, no fue por otra cosa que por ser feriado. Nada tuvo que ver el fútbol, eso está garantizado. En el mejor de los casos, y eso es otro fenómeno heredado, los hinchas se echarán unas cervezas, ya sea porque ganaron o porque perdieron. Alguna barra por ahí hará desmanes, porque ganaron o porque perdieron. Cualquier excusa es buena.
Lo único bueno de ese titular fue que sirvió para poner en evidencia que hay muchas personas que están en desacuerdo de seguir favoreciendo en algo a una federación futbolística tan corrupta como la nuestra, que ha respaldado la existencia de estas barras bravas casi arrancándoles el lado deportivo y reduciendo todo a un gran negocio, dejando de lado a otros deportes donde sí destacamos y a nivel mundial.

No estoy en contra del fútbol ni del hecho de ser fanático, pero me pregunto qué pasaría si de igual manera yo me juntara con un montón de hinchas del box y saliéramos a marchar por ahí haciéndole barra a Carlos Zambrano, a Juan Zegarra y a Kina Malpartida, haciéndo destrozo y repartiendo ganchos y jabs a los transeúntes. Tendríamos mucho más motivo que cualquier hincha del fútbol local, pero sería absolutamente ridículo. Así de ridículos se ven, barras "bravas".