lunes, 29 de mayo de 2006

El Hombre Caracol


¡Esta noche, señoras y señores, les traemos a un personaje sumamente pintoresco! ¡Todo un espectáculo viviente! ¡Un ser traído de los más recónditos confines del mundo! ¡Con ustedes nada menos que:
El Hombre Caracol!


Era casi media noche y caminaba hacia la avenida. Saqué mi último cigarro y me disponía a encenderlo cuando de repente lo vi. Era un tipo que no difería de una persona cualquiera, salvo por dos detalles: estaba sucio y llevaba una enorme caja de cartón alrededor de su cuerpo. En un principio me provocó una sonrisa. "El Hombre Caracol", pensé. No fue difícil asociarlo con un poster de X-Men 3 que había cerca al paradero.
Me quedé en la esquina contemplándolo un rato. El vagabundo estaba en sus cincuentaitantos, con barba blanca y una gorra grasienta. Aparentaba ser bastante delgado, tomando en cuenta que la caja, si bien alta, no era muy ancha. Me pareció muy comprensible su contextura luego de ver lo que solía comer. Cruzando la pista, se lanzó sobre una bolsa de residuos que algún vecino habría dejado fuera de su casa. La abrió y arrasó con todo lo comestible. Una escena bastante repulsiva, cierto, pero estoy seguro que eso no le importaba en lo más mínimo a nuestro amigo.
Al ver la maestría con la que podía comer dentro de la caja, trataba de imaginarme cuánto tiempo llevará viviendo así, si alguna vez tuvo un nombre, o más aún, una casa de verdad. Muchas veces esas almas solitarias sólo encuentran un lugar en el mundo convirtiéndose en parte del Circo de la ciudad.
Una vez satisfecha su hambre, regresó a la acera donde yo estaba. La gente lo esquivaba con justificada razón. Nunca se sabe cómo va a reaccionar alguien que lleva su casa a cuestas. La indiferencia, obviamente, era ya algo normal para el gasterópodo humano. Con toda tranquilidad encontró un lugar lo bastante cómodo detrás de un muro y sin más problemas, se encogió dentro de su caja. Si mi imaginación no me traiciona, se dispuso a dormir en una de las posiciones más incómodas posibles, aunque estoy seguro que para él era un lecho de rosas. Sin más que hacer ahí, dí media vuelta y me dirigí al paradero.
Alguna vez leí que el hogar es donde dejas tu sombrero, pero sin duda el Hombre Caracol desafiaba esa definición con todas sus fuerzas. Lo más probable es que no lo vuelva a ver jamás, pero esté donde esté, den por hecho que estará en casa.

¡Muchas gracias por su visita esta noche! ¡No dejen de venir a nuestra próxima función! Recuerden que los días jueves hay 30% de descuentos en boleterías. ¡Hasta mañana!

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