viernes, 24 de noviembre de 2006

Rubén, El Acróbata

¡Adelante, niños y niñas! ¡Tomen sus lugares que esta noche tenemos a un invitado muy especial! Alguien que hace vibrar a las multitudes con su sola presencia. ¡Con ustedes: Rubén, el acróbata!


Rubén se sienta entre la multitud sin decir palabra. El anunciador presenta el siguiente acto y todos miran hacia arriba. La cuerda floja se perfila dividiendo la pista a la mitad. Rubén recuerda aquellos días en los que él cruzaba esa cuerda sin ninguna dificultad. Recuerda su disfraz de calavera, que le copió a luchador La Parka, para poder brillar en la oscuridad. Eso le encantaba y siempre sonreia detrás de la máscara al recibir los aplausos. Sabía que la gente jamás olvidaría que vió un esqueleto haciendo maromas sobre el cable. Que jamás se olvidarían de aquel que danzaba en la oscuridad sin red. Que jamás olvidarían el día en que la confianza lo traicionó y cayó desde su cielo adorado sin que la red lo detuviera, pues había dejado de usarla.
Nadie supo que la fractura de sus piernas y las contusiones en su cabeza lo alejaron para siempre de la acrobacia. Todos creen que se trata del mismo hombre. Tal vez sea porque a tanta distancia no se distinguen contexturas ni tallas. A Ruben sólo le queda ir a ver su propio acto desde abajo, preguntándose si la gente le aplaudía al hombre o a la máscara, maldiciendo por no tener la fama que el mismo se negó al usar disfraz. La gente aplaude tras finalizar el show, y algunos voltean extrañados al ver a un tipo cojeando que murmura "Yo lo hacía mejor". La función debe continuar.

¡Así es, señoras y señores! ¡La función continuará como siempre en tres funciones, tres! ¡Hasta la próxima y vuelvan pronto!

miércoles, 1 de noviembre de 2006

La Máquina Del Destiempo


¡Bienvenidos nuevamente! ¡Esta noche para todos ustedes, un dispositivo insólito! Traído directamente de los más monótonos parajes del tiempo y el espacio. ¡Con ustedes: La Máquina Del Destiempo!

Hace ya muchos años que dejé de escuchar radio, más o menos desde 1996, y no porque me cerrara a la música. Por el contrario, fue mi amor por la música lo que me obligó a huir, ya que los locutores (mal llamados discjockeys) destruyen por completo mis ánimos, siendo secundados por los programadores (los verdaderos DJs), que con sus repetitivas selecciones pueden desesperar a un autista.
Recientemente traté de volver a aquellos tiempos en los que usaba walkman para darme con una extraña sorpresa. Han aparecido una serie de radios que basa su programación en el reciclaje canciones de los 80s.
Nací y crecí en los 80s, representan toda mi infancia, pero aún así, estas radios no logran el efecto y por el contrario me irritan.
¿Cuántas veces más tendré que escuchar "Eye Of The Tiger" y "I Want To Break Free" antes de morir? Entiendo que pegaron en su momento, pero aceptémoslo, tanto Survivor como Queen tienen una discografía suficientemente extensa como para que sólo pasen esas dos canciones, que en lo personal ya no soporto.
Por otro lado hay radios que se dicen cultoras del rock en castellano, pero usan un trato muy similar, usando las viejas glorias (los 80s otra vez) y sin preocuparse en pasar más grupos que los que salen en MTV, entiéndase Juanes. Tienen secuencia de rock en inglés para variar un poco. ¿Y qué ponen? Otra vez "Eye Of The Tiger".
Me pregunto si alguna vez a la radio realmente le importará lo que se transmite en lugar del número de escuchas. Quizá ese día nos podremos olvidar de las moditas y algunos volveremos a usar los audífonos para sentir la música.

¡Eso ha sido todo por hoy! En el kioskito de afuera pueden comprar pilas para su máquina del destiempo. ¡Nos vemos en los 80s!

lunes, 23 de octubre de 2006

La Pastilla Mágica


¡Pasen nuevamente, niños y niñas, que la función va a comenzar! Hoy tenemos una sorpresa para todos ustedes. Se trata nada menos que de un obsequio, una muestra gratis de algo que podría cambiar sus vidas. ¡Para todos y cada uno: La Pastilla Mágica!

Sábado a la noche me dirigí a la disco. Había recibido la invitación de parte de una amiga y pensé en pasar una noche agradable, lo cual no fue exactamente lo que sucedió.
El lugar era relativamente normal a excepción de ciertos detalles.
Había demasiadas personas con el mismo atuendo, un polo negro con un emblema verdoso. "Cuántos agentes de seguridad", pensé.
Además noté que algo faltaba en el ambiente discotequero: no había humo de cigarro.
Me encontré con mi amiga y me presentó a unos amigos suyos. Hasta ese momento, todo tranquilo. De pronto, a medianoche, la música se detuvo y un tipo que usaba aquel polo negro empezó a hablar con un micrófono inalámbrico. Tenía acento colombiano, y un entusiasmo bastante hipócrita. Su discurso, en resumidas cuentas, nos daba a entender que toda actividad distinta al trabajo común y corriente era innecesaria e improductiva. Hasta cierto punto traté de entender su visión de la vida, pero conforme él continuaba su monólogo, mi cólera iba en aumento.
Resulta que nuestro amigo colombiano pertenecía a una empresa de venta de productos naturistas, al igual que todos los que llevaban el dichoso emblema verde. La celebración no era más que una estrategia para que nosotros, los "invitados", escucháramos los maravillosos testimonios que los miembros de la empresa pregonaban. La idea de vender esta clase de productos puede ser rentable, no lo niego, pero su filosofía es más bien deplorable. Vivir pensando que no existe nada más allá del dinero en la vida me parece poco más que ridículo. Hablaba de un trabajo independiente, pero la realidad es que ellos también dependen de otras personas, y los que están más arriba en esta pirámide ganan dinero con lo que venden los de más abajo. ¿Dónde está la diferencia? ¿En no tener que usar uniforme y no marcar tarjeta? Por favor.
Los miembros de esta empresa han sido concientizados para dejar de lado sus estudios y trabajo actual en favor de unos días de ingreso constante. La pregunta aquí es: ¿qué harán con ese dinero, además de viajar y comprarse más pastillas?
Mientras que ellos siguen contratando a más y más personas y saturan lentamente su mercado, ¿sabrán qué hacer después? ¿O acaso creen que pueden vivir de eso para siempre?
Quisiera preguntarle al colombiano, si el día que tenga un hijo lo mandará al colegio o simplemente le enseñará a vender pastillas.
Al avanzar la fiesta, le conté a mi amiga que ya me parecía raro que nadie fumara. "Vida sana", me contestó. Vida sana. Tan sana que todos consumían tanto o más alcohol que yo. Mi amiga se excusó diciendo que aún en esa vida, uno podía divertirse. Me interesaría saber si alguno de ellos ha leído las contraindicaciones de sus pastillitas antes de tomar.
La cólera se me pasó ante el transcurso de la noche, mientras ellos seguían sumiéndose en su falsa alegría bioquímica. Sólo deseo que sean capaces de estar preparados, pues en las ventas siempre hay competencia, y el público no compra lo más adecuado, si no lo más barato, y el día que aparezca un producto más económico, la magia se acabará.

Se le solicita a las personas que no deseen consumir la pastilla, la devuelvan en boletería para la gente que viene a la próxima función. No las tiren al suelo porque pueden estallar. ¡Muchas gracias y vuelvan pronto!

jueves, 28 de setiembre de 2006

La Caja Viva

¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! Después de un larrrrgo período de mantenimientos, su Ciro Místico regresa. Agárrense porque ya empieza. Directamente desde un lugar por encima de sus cabezas, con ustedes: ¡La Caja Viva!

Me dirigía hacia el centro cuando de repente llegué a una esquina. La providencia hizo que muchos nos reuniéramos en el mismo lugar, todos bajo la paciente mirada de la caja viva, que nos mostraba su lado más rojizo.
A mi lado aparecieron los más variados personajes. Un tipo con traje, quizás un empresario, respiraba agitado y miraba hacia los lados con impaciencia. Creo que llevaba consigo algún cargamento importante. Comprendí su nerviosismo tras darme cuenta de que a su lado estaba un hombre de baja estatura, de ropas simples, quizás demasiado, que examinaba con detenimiento el traje de mi momentáneo vecino. Durante la espera, una damisela urbana ofrecía juegos, software y tintas por cuarta vez a la misma persona.
Al otro lado de la acera una pareja de enamorados conversa sobre la película que vieron en un DVD pirata, mientras tratan de burlar la mirada de la caja viva y ahorrarse unos segundos de vida. Entre ellos y nosotros, unos cirqueros desafían la gravedad por unos cuantos céntimos.
Una abuelita se acerca con la bolsa del mercado, lo cual me recuerda que se acerca la hora del almuerzo. Ella espera pacientemente a que la caja cambie de parecer.
Finalmente nos ilumina un haz verdoso y el movimiento vuelve a empezar. Cada uno prosigue su camino ante la vista de ese objeto sin memoria que regula nuestras vidas nos guste o no.

¡Así es, mis queridos amigos! ¡Eso es todo por esta noche! No olviden conservar su boleto porque la próxima semana tendrán 50% de descuento. ¡Hasta entonces!

lunes, 29 de mayo de 2006

El Hombre Caracol


¡Esta noche, señoras y señores, les traemos a un personaje sumamente pintoresco! ¡Todo un espectáculo viviente! ¡Un ser traído de los más recónditos confines del mundo! ¡Con ustedes nada menos que:
El Hombre Caracol!


Era casi media noche y caminaba hacia la avenida. Saqué mi último cigarro y me disponía a encenderlo cuando de repente lo vi. Era un tipo que no difería de una persona cualquiera, salvo por dos detalles: estaba sucio y llevaba una enorme caja de cartón alrededor de su cuerpo. En un principio me provocó una sonrisa. "El Hombre Caracol", pensé. No fue difícil asociarlo con un poster de X-Men 3 que había cerca al paradero.
Me quedé en la esquina contemplándolo un rato. El vagabundo estaba en sus cincuentaitantos, con barba blanca y una gorra grasienta. Aparentaba ser bastante delgado, tomando en cuenta que la caja, si bien alta, no era muy ancha. Me pareció muy comprensible su contextura luego de ver lo que solía comer. Cruzando la pista, se lanzó sobre una bolsa de residuos que algún vecino habría dejado fuera de su casa. La abrió y arrasó con todo lo comestible. Una escena bastante repulsiva, cierto, pero estoy seguro que eso no le importaba en lo más mínimo a nuestro amigo.
Al ver la maestría con la que podía comer dentro de la caja, trataba de imaginarme cuánto tiempo llevará viviendo así, si alguna vez tuvo un nombre, o más aún, una casa de verdad. Muchas veces esas almas solitarias sólo encuentran un lugar en el mundo convirtiéndose en parte del Circo de la ciudad.
Una vez satisfecha su hambre, regresó a la acera donde yo estaba. La gente lo esquivaba con justificada razón. Nunca se sabe cómo va a reaccionar alguien que lleva su casa a cuestas. La indiferencia, obviamente, era ya algo normal para el gasterópodo humano. Con toda tranquilidad encontró un lugar lo bastante cómodo detrás de un muro y sin más problemas, se encogió dentro de su caja. Si mi imaginación no me traiciona, se dispuso a dormir en una de las posiciones más incómodas posibles, aunque estoy seguro que para él era un lecho de rosas. Sin más que hacer ahí, dí media vuelta y me dirigí al paradero.
Alguna vez leí que el hogar es donde dejas tu sombrero, pero sin duda el Hombre Caracol desafiaba esa definición con todas sus fuerzas. Lo más probable es que no lo vuelva a ver jamás, pero esté donde esté, den por hecho que estará en casa.

¡Muchas gracias por su visita esta noche! ¡No dejen de venir a nuestra próxima función! Recuerden que los días jueves hay 30% de descuentos en boleterías. ¡Hasta mañana!

domingo, 21 de mayo de 2006

La Agitadora Rodante


¡Tengan todos muy buenas noches! ¡Hoy vamos a presentar una de las máquinas mas extrañas que el hombre haya conocido! ¡Toda una experiencia! ¡Recibamos con un fuerte aplauso a:
La Agitadora Rodante!

Viernes por la noche decidí ir a casa de un buen amigo mío, y después de muchos años me aventuré a subirme a una de esas extrañas entidades mecánicas cuyo supuesto fin es llevarnos de un lugar a otro por una módica tarifa. La verdad es que este artefacto resultó siendo algo más que eso.
Subí cuando el semáforo aún estaba en rojo, tomé asiento y fue entonces cuando noté que, a pesar de no estarse desplazando, el ser metálico no dejaba de moverse. Cuando quieran subir a uno, procuren no haber comido en exceso, a menos que estén planeando convertirse en rochabuses humanos. Tampoco transporten nitroglicerina, podría ser contraproducente.
Asumo que el operario no tenía ganas de trabajar, pues luego de unos 15 minutos de convulsiones involuntarias, recién se decidió a pisar el acelerador. El armatoste se movió aproximadamente media cuadra, sólo para detenerse nuevamente pues un transeúnte (que había estado esos 15 minutos parado frente a nosotros) se dignó subir.
Finalmente empezamos a avanzar, más o menos a velocidad "democracia". Como de costumbre mi vista se queda en la ventana oCservando la función que ofrece el circo de la ciudad. Los acróbatas no tardan en aparecer por las esquinas. Niños haciendo piruetas y otros no tan niños danzando con fuego. Lo que hay que hacer por unos céntimos. Malo que bueno, dejan un motivo para sonreir. La sonrisa, por desgracia, me la borra un anuncion giratorio que me recuerda la segunda vuelta electoral, mostrándome a ese tipo que nos dio de tomar agua con caca años atrás. Para mi suerte, el anuncio es giratorio y las piernas de una modelo me devuelven la sonrisa.
Cómo es de mágico el camino. En un momento hay luz y movimiento, y tras voltear una esquina te das con una oscuridad y desolación casi totales. Entre caminar por esas calles y seguir en esta lata, prefiero seguir zarandeándome en la Agitadora a ritmo del reggaeton que suena en la radio a todo volumen.
Finalmente llegamos a las últimas cuadras del recorrido. Dejo el asiento y camino con cuidado de no resbalarme con el kerosene que le han echado al piso, de seguro para matar las pulgas. Tras esquivar al vendedor de maní y habitas, llego por fin a la puerta. "Semáforo bajan", le digo al chofer/cobrador/DJ (si no hablas en plural no te entienden) mientras pago el pasaje. La carcocha llega al semáforo y por fin recupero la estabilidad al pisar la vereda, ya que ésta no se mueve. Y es que 40 minutos en La Agitadora Rodante no son cualquier cosa, pero bien valen la pena con tal de recibir la hospitalidad y el abrazo de un amigo.

¡Así llegamos al fina de la función de hoy, damas y caballeros! ¡Esperamos que se hayan divertido y no dejen de venir por nuestras próximas atracciones! ¡Muy buenas noches y hasta pronto!

Gracias a Caraxo Man por la ilustración. ¡Vale un caraxo!

jueves, 18 de mayo de 2006

Oiga, caballero

¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! Sean todos bienvenidos esta noche. Yo, el doctor West, seré su anfitrión mientras disfrutan de las más curiosas atracciones. Artistas y actos de todas partes del mundo especialmente para ustedes, todo lo necesario para escapar de una buena vez de la mal llamada "realidad" al más puro estilo de P.T. Barnum. No olviden entrar a la carpa de las rarezas, donde encontrarán también el gabinete de mi primo Caligari.
¡Así es, señoras y señores! ¡Ya llegó! ¡El gran Circo Místico llegó!